MÚSICO COOPERATIVISTA

MANIFIESTO

Uno de los elementos fundamentales en la enseñanza y transmisión de la música de una generación a la otra, es que la actividad musical presenta una infinidad de posibilidades de interactuar varias personas entre sí. Es una actividad que depende del trabajo colectivo, coordinado, complementario en grupos, bandas, ensambles, orquestas. Es decir que los músicos y músicas se “cocinan” en el trabajo con los otros. Sus creaciones se prueban entre sus pares, necesitan del estímulo y de la afinidad y la colectividad con otros músicos; y también con el público. Un músico trabaja para un público. El público es una entidad colectiva. Por ende, enseñar música es enseñar a vivir una vida de comunicación, de colaboración, de complementación, de disciplina para lograr “honrar la música”.

Hasta ahí todo bien, pero existe un problema. Al edificarse la enorme industria cultural y específicamente la musical, se puso en marcha una actividad que se reproduce millones veces más que el momento único en que los músicos efectivamente tocaron y cantaron: en una grabación en vivo, o en un estudio. El músico grabó una vez: su grabación se reprodujo cientos, tal vez miles y -ya para los elegidos- hasta millones de veces en streamings, en videos, en películas, en la radio. Eso genera dinero. Los shows generan dinero. Pero ese es un mundo que muchísimos músicos -la mayoría- no han vivido. En primer lugar, ser músico no necesariamente significa ir detrás de la riqueza, o de la ilusión de la riqueza. El mercado tiende a imponer el culto de la riqueza, de la fama, del músico como mercancía. Pero no viven de eso en el día a día la mayoría de los músicos. Su mercancía está en gran medida devaluada. Para nada sus vidas como músicos tienen que ver con la fama ni con una sucesión de éxitos. Es un trabajo. Un trabajo duro. Aunque es tan hermoso el lugar a donde conduce que a cierta altura nadie soñaría en dejarlo para dedicarse a otra cosa.

Creemos que los músicos, en esta actividad colectiva, colaborativa en lo propiamente musical (tocar, crear, producir), también tienen que practicar ese tipo de principios para sobrevivir, porque hay vida más acá del éxito y la riqueza, y es la de cada día.

Creemos que por eso mismo hay tantos músicos que optaron por intentar una vía “independiente” (aunque este sea un término, no una realidad que se pueda llevar hasta el fondo), o “autogestivos”, en épocas recientes, grabando por sus propios medios, organizándose como pequeñas pymes o incluso como grupos de artistas que colaboran entre sí, produciendo sus discos, sus shows, sus contactos, sus apuestas. De esa vida más próxima a la alegría de la creación conjunta, y de la planificación conjunta de la propia vida, dependen actualmente las formas de resistencia cultural que representan potencialmente los artistas en general, y los músicos en particular. A nuestro juicio, es importante resistir para preservar la propia inspiración creativa, lo que se quiere hacer con ella, frente a las normas del mercado, a sus exigencias que aplastan, a la falta de incentivos del estado, a condiciones de producción que se hacen muy cuesta arriba para perdurar en el oficio y en la creación. Creemos en el tiempo de los músicos cooperativos, los que conciben cada parte del camino de producción  distribución de sus creaciones como un trabajo mancomunado.

La vía cooperativa es un aprendizaje que conduce a trabajar juntos en toda la línea de producción musical, sumando así las cualidades de cada quien para resolver parte de las necesidades. Cada uno puede poner lo mejor de sí para lograr el objetivo final. El trabajo grupal puede surgir de coordinar los saberes de aquellos que resuelven la grabación, o la edición del sonido o el video, la resolución del trabajo en los shows. Ese tipo de organización puede ser el único camino que le queda a la música que queremos hacer.

Y creemos que si se desea un cambio en aspectos importantes de la producción musical en general (composición, arreglos, interpretación, grabación, edición, etc.), uno de los caminos más a mano es comenzar ese cambio en las nuevas generaciones. Es más fácil enseñar hábitos de trabajo que cambiar los que ya están muy arraigados (aunque también es posible -y necesario- cambiarlos conscientemente). Nos referimos ante todo a la necesidad de tender desde el vamos hacia una actitud cooperativa, hacia concebir la actividad musical como un espacio en el que unos aprenden de los otros, donde se encuentran los apoyos para vencer trabas y obstáculos y donde se experimentan los momentos más hermosos de la vida artística, haciendo música.

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